Buscar en este blog

Reseña: La Orquesta de Glenn Miller en concierto

(Se sugiere poner "play" al video para escucharlo mientras se lee)
El concierto empezó a las nueve. Nosotros llegamos a las nueve y cuarto. Y no por ese vicio característico de los mexicanos de no calcular el tiempo ni tomar precauciones, sino porque me gané los boletos a las siete y media mientras estaba en el sur de la ciudad y todavía tuve que cruzarla -en horas pico y bajo una tormenta de lluvia-, recoger los boletos y llegar al Teatro Metropólitan.
Mientras disfrutaba de ese buen swing, comencé a notar algo peculiar en la concurrencia: al igual que la orquesta, estaba conformada de puro geronte. La edad promedio debió haber sido de sesenta años. Todos gozando del ritmo sentados moviéndose ligera y sutilmente de lado a lado.
La banda sonaba bien. Tocaron los clásicos In the mood, Moonlight Serenade, Chattanooga Choo Choo (que inicia imitando a una locomotora), y coverearon Rhapsody in Blue de Gershwin y las piezas mexicanas Adiós y Frenesí. El director de la orquesta hablaba spanglish (obviamente no Glenn Miller, pues él desapareció en 1944, mientras estaba en la armada gringa) y entre rola y rola trataba de hacerse el chistoso diciendo "Tequila Junction" en lugar de "Tuxedo Junction" u olvidando el nombre del baterista al presentarlo (lo cual no me quedó claro si fue un chiste o no).
Durante una pieza de tempo considerablemente menor (creo que Moonlight Serenade) le expuse a mi acompañante la teoría sociológica de cómo poner a bailar a la gente. En ese tipo de conciertos -y en especial en ese tipo de foros, que no están diseñados para ponerte a bailar- la gente está ansiosa de parase y bailar al ritmo de la música, pero no se atreven a hacerlo pues nadie más lo está haciendo. El punto clave no es atreverse a bailar primero, sino que una segunda persona te siga. El plan de acción era el siguiente: Yo me sacrificaría iniciando el proceso, parándome a bailar como si nada me importara. Tendría que hacerlo por tiempo suficiente (45 segundos, tal vez) para que el público comience a notarme y comentar a los demás “ya viste a ese”. En ese momento, cuando la atención de todos estuviese sobre mí, una segunda persona se me uniría, lo que haría que los demás pensaran “¿porqué no?”, generándose así una onda expansiva que terminaría en una gran fiesta.
In the Mood era la canción perfecta. Cuando empezó me preparé para ponerme a bailar, pero de pronto tuve una visión: Nota de primera plana del periódico Metro, titulada “Tragedia en el Metropólitan” y subtitulada “Querían recordar viejos tiempos pero no querrán recordar este”. El contenido de la nota era el siguiente:

Ayer en el Teatro Metropólitan tuvo lugar un viaje por el tiempo que terminó en una tragedia. […] Se quisieron sentir jóvenes de nuevo […] Debido a lo empinado de la sección de atrás y de lo reducido del espacio entre fila y fila […] siete caderas rotas, dos paros cardiacos, once desguinces en diferentes partes del cuerpo […] llantos de desesperación y sufrimiento.


No podría haber vivido con ese cargo de conciencia. Así es que abortamos la misión.

El concierto terminó alrededor de las once de la noche. Duró aproximadamente dos horas incluyendo el intermedio. Mientras nos disponíamos a abandonar el inmueble mi acompañante proféticamente comentó “Esto va a estar más congestionado que el Periférico con la lluvia”. Cuando vi frente a mí un mar de cabezas de algodón, bastones y personas ayudando a otras a caminar, entendí a lo que se refería. En algún punto de la noche logramos salir del teatro y rematamos con unos tacos. Fue una velada agradable y fuera de lo normal, que me hizo pensar en otros tiempos, tiempos en los que las personas se divertían de otra manera, tiempos en los que el ahora inocente swing era considerado un estilo musical rebelde y alocado. Si supieran como se fiestea hoy en día…

Jorge Oseguera Gamba

No hay comentarios:

Publicar un comentario